En el mes de lo material: ¿Qué hago con mi capacidad de materializar? ¿Le doy un uso noble? ¿O concreto aquello que es sólo en mi beneficio? ¿Qué espacio queda para el bien mayor?
—Por @Tofucita
En el mes donde hablamos de la materia, lo concreto, me conmueve hablar de estas personas que se mueven por materializar algo más grande que a sí mismos.
Hace días vi un video en redes donde un experto en “algo” decía una de esas cosas que todos en el fondo sabemos, pero no logramos poner en práctica. Decía que, según ciertos estudios (el rigor para otro día chicas), la gente más feliz, no es la que reconocemos como la más exitosa, sino la que hace trabajo comunitario.
“El mundo no necesita más gente “exitosa”.
El planeta necesita desesperadamente más pacifistas, sanadores, restauradores, storytellers apasionados y amantes de todo tipo”
Lo cierto es que no hace falta trabajar en un ONG —aunque eso está muy bien— para conectar con el músculo comunitario. A veces te mueve algo profundamente, tanto que te dan ganas de salir a la calle a manifestarte o quizás preferís hacerlo en formato digital en tus redes. No es tan complejo conmoverse: el momento mundial actual nos pide que activemos y movamos energía en pos de un bien mayor.
Pero hay otras demostraciones, quizás menos heroicas, que acompañan esta modalidad en la diaria y nos integran activamente como participantes del entramado social que al que pertenecemos y que nos pertenece.
Como decíamos hace unos posteos: trabajar las redes de contención es esencial, porque nos sostiene más allá del momento de la vida, el estado civil, las posibilidades económicas. ¡A por ello!
Trabajo comunitario 2.0
- Comunicar tu mensaje: lo que tengas para decir, podés comunicarlo desde tu arte, tu diseño, tus redes. Los artistas vienen usando su producción para transmitir mensajes, al menos, desde que existe cierta libertad de expresión. Hagan una visita por alguna muestra de arte o fotografía de los sesenta en adelante y me cuentan.
- Enseñar gratis: hay montones de asociaciones, centros culturales, sociedades y espacios municipales donde podemos dar clases de nuestra especialidad en la vida. Hay mil opciones. Se me ocurren estas: clases de yoga, capacitación para emprendedores, talleres de tejido, de cocina saludable.
- Acompañar gente: podés visitar con cierta frecuencia un hogar de chicos o ancianos, pero también podés (citando a Brigitte Vasallo), en plan más doméstico y persona a persona, tocarle el timbre a tu vecina de 80 años y llevarle una comida, o acompañarla al médico o a hacerle las compras.
- Apropiarte de tu rol comunitario: ¿te molesta algo que pasa en tu cuadra, barrio o condominio? ¿Por qué en vez de quejarte no buscás y proponés una solución?
- Delegada de tu comarca: podés arremangarte y proponerte como la mamu del curso que organiza los regalos de cumple, juntar dinero para el viaje de nosequé, pensar propuestas para la próxima feria. En plan niño free podés cubrir el mismo rol en tu ambiente laboral, en el grupo de alumnas de pilates, en la organización de un viaje entre amigas.
La labor social de gran escala
Hace pocas semanas tuve el lujazo de poder asistir a unas pocas cuadras de casa a una charla hermosísima que dio Ramón Navarro, el conocidísimo surfista chileno de olas grandes. Qué gusto volver a ver personas contando sus historias en vivo.
En esta conversación muy íntima, muchos preguntaron acerca de su historial de olas, torneos y anécdotas con leyendas del rubro. Navarro contó las mil y una, había de a montones, pero él tenía muy claro que venía a hablar de otra cosa. Lo destacó al principio, lo recalcó en plena charla y le dedicó buena parte del espacio de cierre. Él quería hablar de conservacionismo.
Fue muy hermoso todo, porque éramos poco más de veinte personas, en el patio de un clásico chalé marplatense, escuchando atentos, como si fuese un cuento contado frente a un fuego de campamento por un baqueano experimentado.
La historia de la fundación Punta de Lobos
Navarro es hijo de pescadores y se crió frente al mar, en Pichilemu, Chile. El clima hostil, lo alejada del circuito del surfing mundial, mantuvieron a esa costa en secreto, hasta que Navarro entró en las ligas internacionales de popes de olas grandes. Al poco tiempo, la ola que lo entrenó hasta la consagración, tuvo la atención de la comunidad mundial de surf.
Todas las miradas se posaron en él y luego en ese lugar recóndito del mundo, donde había una ola que, según los intereses del primer mundo, “nadie había corrido nunca antes”, como si los locales no contaran. Entonces fueron llegando surfistas de todo el mundo, llegaron los norteamericanos, llegaron los europeos y no mucho después, llegaron los capitales internacionales dispuestos a explotar cada metro de ese pueblito sencillo y austero.
Algo como lo que pasó con el José Ignacio uruguayo en los noventas, donde el crecimiento fue tan rápido y ajeno a la vida local, que la propia gente no entendió lo que estaba pasando. De pronto un pueblito tranquilo, de vida sencilla y cultura pesquera, se vuelve el nuevo destino boutique de surfing internacional.
Navarro vio todo esto suceder ante sus ojos sin poder intervenir demasiado, hasta que se dio cuenta de algo: si no podía proteger el pueblo (Pichilemu), entonces lo más importante a conservar, era la ola que lo vio crecer: Punta de Lobos.
“El mar siempre te pone en tu lugar”
ramón navarro
Con la ayuda de la comunidad de Pichilemu, con mucha decisión personal, aportes de capitales de personas que querían preservar ese espacio y con el aval de Yvon Chouinard, creador de la marca Patagonia y reconocido ambientalista de escala mundial, Navarro logró comprar el “Mirador de Punta de Lobos”, garantizando su protección y libre acceso a visitantes.
Ya sé que en este espacio no hablamos de deportes extremos, pero pienso que la disciplina es anecdótica si hablamos de gente que desde un lugar pequeño se vuelve grande, y que desde esa grandeza, logra materializar proyectos y anhelos tan enormes que cobran alcance mundial.
Salmonicultura: sashimi alert
Fijate lo que comés, de dónde viene, que impacto tiene. ¿Tengo opción de pedir variantes? ¿Me banco verdaderamente cambiar este hábito? ¿Cuál es el costo? Algo tan simple como esto te propone Navarro.
La historia detrás de esta historia habla de aquellos que usan su prestigio, fama o influencia para proteger un área natural que de otra forma hubiese quedado en manos de grupos inversores que la hubiesen transformado en resorts de lujo, corredores turísticos o algún proyecto inmobiliario a gran escala para unos pocos afortunados.
“Hay gente que desde un lugar pequeño, se vuelve grande y que desde esa grandeza, logra materializar proyectos y anhelos tan enormes, que cobran alcance mundial“
Navarro habla de pesca sustentable, del impacto de la salmonicultura en las costas del sur de su país, en zonas que nadie nunca caminó, donde encontró trazas del impacto de los criaderos, objetos, residuos esparcidos por espacios vírgenes. Esa es su cruzada.
¿Cuál es nuestra cruzada? ¿Dónde pensamos verdaderamente en el impacto de nuestros actos? ¿Qué tanto pensamos en materializar movidas y cambios personales para modificar algo más grande que nuestros deseos, proyectos o intereses? ¿De qué forma nos integramos activamente en nuestra comunidad?
Muchas preguntas para sentarse a pensar y ma-te-ria-li-zar.
Por si querés chusmear (y activar): algunas ONG que colaboran en la protección del mar son Parley, Sin azul no hay verde y Save The Waves Coalition.