¿Ya viste la serie de Marie Kondo en Netflix? Ahora salió una nueva serie, The Home edit. Claramente, el consumismo nos ha transformado en acumuladores. Y si bien en estas series vemos casos algo extremos de acumulación, que pueden hacernos pensar que “no estamos tan mal” o que ni siquiera podríamos llegar a ese estado de caos material porque no nos da el bolsillo, todos caemos en el vicio de coleccionar cosas que no necesitamos realmente. Y hay una razón universal: las cosas nos hacen sentir cosas.
Desarrollamos un apego emocional por lo que elegimos para nuestra vida, que puede durar lo que una estrella fugaz o ser perenne como un Gingko Biloba (¡esos árboles pueden vivir 2 mil años!). Por algo nos angustia desprendernos, por algo estar llenos de cosas nos hace sentir asfixiados, por algo Marie propone quedarnos solo con lo que nos da felicidad. Ese “algo” es una emoción y asumirlo pone también al descubierto la mayor mentira del capitalismo: una vez cubiertas las necesidades básicas, consumir más cosas no nos hace más felices. Te propongo a modo de terapia observar la serie para intentar descubrir en qué historias te sentís interpeladx, aunque te parezcan exageradas.
Entonces, ¿cuál es el punto medio? Obviamente es una medida interna que cada uno tiene que encontrar, entre actualizar el entorno para que acompañe a la persona que sos hoy y consumir para actualizarte según las tendencias. Y con lo que ya tenemos, ¿qué hacemos? Pues ¡todxs tenemos un muerto en el placard! Puede ser un vestido de 15, un pantalón dos talles menos, un saco vintage de la abuela que no te atrevés a donar. Y no es fácil sacarlo de ahí, no. Pero si tenés ganas de sacarte el peso de encima para sentir que nada en tu espacio personal estorba, hay un paso a paso que te puede ayudar:
- Sacá todo lo que tenés y ponelo a la vista. Dejá que la abundancia te impacte. Agradecé todo lo que lograste tener, agradecé el tiempo que te acompañó. Pero también reflexioná sobre cuánto de eso era necesario que existiera, para vos y para el planeta.
- Agarrá ítem por ítem y pensá:
- ¿Lo necesito? ¿Es el único que tengo, tengo más de una cosa que cumpla esta función?
- ¿Cuánto lo uso? ¿Es realmente irremplazable?
- ¿Cuánto lo amo? ¿Me da felicidad? Marie Kondo dice que al sostenerlo debe provocar una emoción feliz. Si la emoción no viene, no va. Quizás la emoción que viene es culpa, quizás es miedo. Pero la que buscamos es felicidad. Aprender a diferenciar esas emociones es todo lo que importa en este ejercicio, y si lográs eso considerate cinturón negro en la materia. Es sutil, pero poderoso.
- A la hora de despedirte de un ítem, primero honralo con un “gracias”. Parece ridículo, pero tomate el tiempo para despedirte de cada cosa. Este mini duelo es la confirmación del paso 2. Si podés agradecerle y soltarlo, sos libre.
- Arrancá temprano y solo de a una categoría por vez. Hacer bien esto lleva tiempo, no te embarques en una oh-limpiada interminable porque al final el cansancio te va a nublar el criterio (o tirás todo, o no tirás nada más). Marie recomienda ir en este orden: ropa, libros, papeles (por suerte cada vez tenemos más facturas electrónicas, pero podés tomarlo como un día para poner tu contabilidad y servicios en orden, y quizás darte de baja de servicios que podés prescindir), “komono” (cocina, baño y garage, podés ir de a uno por día), y dejás para el final los ítems sentimentales como fotos viejas.
- Designá espacios específicos para las cosas y poné contenedores y etiquetas. Mi marido vaciaba los bolsillos en la mesa junto a la puerta, dejando un montón de moneditas que iban acumulándose, finalmente rodando al piso. Solución: le puse una alcancía. Las etiquetas también tienen una función: es imposible resistirse a un cartel que dice que algo tiene su casita dentro de un tupper. No podés dejarlo afuera de su casa. Probá.
