En el mes donde flexibilizamos nuestras mentes, nos preguntamos qué sentido tiene ir para adentro, cómo mejora nuestras vidas, lo que implica y cómo apagar el mundo externo, para poder acceder a la escucha de nuestra voz interior.
Ilustración María Sofía Melo
Por Tofu
Hace algunas semanas y entre viajes de ciudad en ciudad, escuché uno de los tantos episodios de mis podcasters favoritas, Leti y Ash de Se regalan dudas. En este episodio intitulado “el poder del silencio”, Catalina Goerke, cuenta sobre In the name of silence, la plataforma que diseñó para dejar de vivir desde las demandas del mundo exterior y conectar con el “propio ser” en el momento presente.
Catalina divide el proceso en tres etapas o áreas de trabajo:
- Aprender a distinguir entre el input que viene desde adentro y lo que viene de afuera. Si logramos el discernimiento, entonces podemos elegir qué entra y qué no.
- Identificar las creencias limitantes: “el amor es sacrificio”, “no soy suficiente”, “no pidas tanto”. Son maneras de limitar el potencial. Al detectarlas, las puedo desactivar.
- Los costos en la intuición: hacerse cargo de uno mismo tiene un costo. No es gratis, no es necesariamente feliz, pero es el camino correcto.
¿Cómo va a haber abundancia, cómo va a haber alineación si yo estoy en contra de mí?
Catalina Goerke
También habla de cómo se modifica nuestro entorno cuando entramos en estos procesos. A veces pasa que cuando trascendemos los bloqueos o limitantes, a muchas personas de nuestro círculo no les gusta verlos, porque eso los pone en el lugar de tener que enfrentar los propios.
“Cuando lograrnos recortarnos y encontramos un momento de silencio en la rutina diaria, nos encontramos con la quietud. En estos instantes de serenidad, nuestra vida se convierte en una reveladora conversación con nuestro pasado, el día de hoy y un futuro lleno de plenitud.”
Esta conversación, me dejó con muchas preguntas personales. No niego ni afirmo que estoy en un proceso de tales características, ni tampoco que estoy escribiendo estas líneas, ni recomendando este episodio, porque justamente me siento tocada por estas palabras.
Me pregunto: ¿Me tengo que ir a vivir al Himalaya para poder estar en silencio?
Para nada y creo que es muy meritorio lograr acceder a estos espacios desde lo cotidiano, con la ropa sin lavar, el chat de mamis incendiado, los mails de trabajo acumulados y el servicio de internet con demoras técnicas.
Lo que sí creo es que más allá del programa o espacio terapéutico que propone Catalina, trabajar en nuestra integración es parte de nuestra evolución. Es la tarea sin fecha de entrega que nos debemos con nosotros mismos.
A mí personalmente el gong de la mirada hacia adentro me llegó concretamente después de la maternidad. ¿Para qué vine a este mundo? ¿Cuál es mi misión? ¿Qué me hace sentido? ¿Y que ya no? Por primera vez surgieron estas preguntas, ni idea la respuesta en aquel momento. Entendí que no es tarea para terminar en un fin de semana, si no un proceso que toma el resto de la vida. No tiene fin.
Me gusta pensar todo en metáforas: La rutina diaria y lo visible son como una autopista, yo la llamo la Panamericana de la vida. Estudio, trabajo, convivo, tengo hijes o no, armo una, me mudo de casa, de país, amigos, familia, etc. En cambio el camino interno, silencioso, que se recorre desde y para uno mismo es la Colectora de la vida, nuestro mundo interior. Ambos corren paralelos, uno es muy visible, todos los conocen. El otro es interno, pocos acceden. El mundo interior transforma lo visible, pero su funcionamiento es mucho más sutil y profundo que el visible.
Es raro que alguien te pregunte en un asado o saliendo de una clase de yoga: ¿Cómo anda tu alma? ¿Ya te integraste? Pasa que el trabajo interior tiene mala prensa, tiene olor a góndola de libro de autoayuda. Es poco usual que en una situación social alguien admita que necesita ayuda, o que está para adentro, o simplemente que no la está pasando tan bien.
Prender y apagar
Pienso mucho en el concepto “apagar y prender”. Una manera bien gráfica de entender el mundo externo como un estímulo que no nos pertenece y podemos editar. Así como apago el móvil cuando quiero dormir sin interrupciones, de la misma forma trabajo con mi entorno. Pueden ser 15 minutos en un café escribiendo, paseando al perro, una noche para mí con una copa de tinto o un momento de quietud en casa para poder procesar lo que haya que internalizar.
Volviendo a mi experiencia personal, si es que las ayuda, les dejo algunos de los espacios que fui encontrando para habitar el silencio y el repliegue de los sentidos al mundo externo:
1. Escribir:
Pero no prosa, no para publicar en redes, ni en Medium, ni recibir ningún tipo de feedback. Escribo para mí. Tomo un hermoso cuaderno rayado de Monoblock y escribo lo que me viene a la mente, lo hago con ritmo y terapéuticamente, me tomo un rato cada día. Si necesitan una guía para lograr constancia, El camino del artista es un best seller de hace algunos años que se centra en diversos tipos de ejercicios de escritura libre. Y muy pronto (me adelantan primicias por chat de amigas) llegará un cuaderno con disparadores pensados por May Groppo, para que este ritual de visitar el espacio interior sea más sencillo de abordar.
2. Tiempo a solas:
Si ya sé. Hablo mucho de pasar tiempo a solas. También puede pasar que a solas no se encuentre el silencio buscado. No es garantía, hay que armar el microclima y darlo todo. Tiempo a solas tiene mil aristas para elegir: caminar a solas, viajar sola, tomar un tren, un colectivo o agarrar la ruta con el auto. Jamás pongo radio, a lo sumo música.
3. Detox social:
Menos encuentros, con menos cantidad de gente, charlas profundas con buenos amigos o conocidos. De esas donde volvés a casa y te sentís verdaderamente nutrida.
4. Menos redes:
Otra cosa que ya sabemos, pero los invito a pensarlo desde otro ángulo. Todo ese tiempo que pasamos mirando contenidos de calidad dudosa, se escaparon de nuestra valiosa vida, nos sacaron de eje y no vuelven más. Me sale pésimo, confieso.
El tiempo a solas puede despertar los mil demonios, por eso lo esquivamos.
En mis libros de yoga, filosofía y ayurveda, se habla mucho del ego y el alma. No porque uno esté en contra del otro, por el contrario: son partes constitutivas de un mismo ser, se necesitan mutuamente, pero ambos cumplen roles bien distintos. El ego es la imagen que construimos para el afuera, como nos ven los otros, es nuestra carcaza y escudo de defensa ante el mundo exterior. El alma es nuestro yo más interno, verdadero, sutil. Trasciende las eras, las modas, el deber ser. Es.
Con esto me retiro y me inmolo frente a la sección de autoayuda, pero es una frase que leí en libros de Ayurveda y me pareció muy hermosa y clara es: “El ego grita, el alma susurra“. El ego pide logros, pertenencias materiales, hitos, viajes, reuniones ruidosas, títulos de grado, pertenencia social. El ego es cortoplacista: “no sé lo que quiero, pero lo quiero ya”. El alma habla desde nuestro deseo más profundo y necesita mucho menos, pero es mucho más compleja de descifrar, porque hay tanto ruido alrededor… para escuchar al alma hay que hacer silencio.
Para escuchar al alma hay que hacer silencio.
Les dejo el video del episodio nombrado, tienen varios formatos para escucharlo. La única excusa para no hacerlo, es que decidan apagar por un rato los estímulos y profesar el silencio.
Fuentes:
–In the name of silence web / IG
–Se regalan dudas podcast / youtube
-BKS Iyengar, El árbol del yoga
4 comentarios
Solo disfruto mucho leer este contenido y el tiempo que inviertes en hacer esto
Gracias Esli!!
Después del episodio de la Radio de ayer con la consultoría Yogui de Tofu, me vine a leer el Blog corriendo, y la nota me cayó tmb al dedillo :) Gracias por conectarnos con ideas que pueden sanarnos creativamente, gracias por tener puentes y abrir caminos para cruzarlos más fácil y felizmente!
Abrazo Tribu!! Male :)
Gracias por tus palabras, Male! Siempre bienvenido el feedback.
Comentarios no permitidos.