En el ciclo del año donde le dedicamos espacio a la mirada amorosa hacia nosotras mismas, no podíamos obviar la capacidad de sentirnos merecedoras de lo bueno que nos pasa y todo lo potencial que deseamos que en algún momento llegue.
—Por @Tofu
Hace unos meses me pasó que un señor me gustó un montón. La historia no evolucionaba, era lo que era: una serie de encuentros esporádicos, intensos, pero en el tiempo muerto, no había comunicación, no pasaba nada. A veces estas dinámicas funcionan, pero yo me sentía incómoda porque no me hallaba en ese formato para nada. Pero por otro lado no me animaba a soltar, así que quedé ahí trabada un tiempo. Nada que ustedes no hayan atravesado.
Pero los procesos son propios y cada una tiene sus tiempos. ¿Verdad? Así que mi momento llegó y un buen día pude soltar. De esos soltares donde en realidad una no dice ni hace nada, simplemente deja de estar energéticamente disponible y pone la cabeza en otro lado. Y ahí, cuando la libido se fuga a otro puerto es cuando el otro generalmente percibe el cese de atención y dice: “aia, ¿qué pasó que andamos perdidos?“. Sepan que les estoy abriendo mi intimidad real, pero si esto ayuda a alguien a recolocar algo internamente, aunque sea ínfimo, vale la pena.
Retomando el cuento, fue entonces cuando me encontré en una disyuntiva: ¿me hago la sota y escribo como si nada, en plan amazona superada neoliberal o digo verdaderamente lo que siento y deseo? Inter-consulté con una amiga primero, porque quería ser clara, clarísima. Si algo tenemos de hermoso las mujeres son estas amistades donde cada tema se puede someter a debate, donde hay todo un foro de opiniones disímiles pero amorosas que acompañan el proceso personal de cada una.
En mi respuesta me incliné por ser honesta conmigo y con el otro, priorizar mi deseo, lo que siento que merezco. Le dije algo así como: “Disculpá, pero no estamos desaparecidos, yo me corrí. Me pasa que me gustás y la paso bomba con vos, pero estoy para otra cosa, y si estoy disponible, es a la espera de algo que no va a llegar.“
Y citando a Drexler, cerré mi mensaje, contundente y respetuoso, por cierto, con esta frase: “no estoy para una noche de asilo“.
“El amor sano existe y vale la pena la espera”
Me costó un montón decirlo porque sabía que estaba cerrando puertas, pero de esas que me llevan a lugares que ya sé que no me sirven, para los que ya no estoy, que me distraen de lo que sí sé que quiero y siento que merezco. Estos movimientos nos ahorran un montón de tiempo, verán, porque en ese mismo momento dije bai internamente y mi energía se recicló para otros menesteres.
Retomando el tema del merecimiento, hace unos días di con esta frase muy relativa al cuento anterior, en este posteo de Instagram: “healthy love exists and it’s worth being patient for” (el amor sano existe y vale la pena la espera).
Me dejó pensando, porque pienso que sentirse merecedora de algo verdadero, puro y grande es un montón. Y saber esperarlo, tome el tiempo que tome, es un nivel de complejidad aún más elevado. Creo que, como siempre digo, esto aplica a un montón de áreas distintas de la vida: la casa donde queremos vivir, la pareja acorde, el trabajo o proyecto que nos entusiasma…
Porque cuando se trata de elegir lo que merecemos, si la ansiedad nos gana, corremos el riesgo de caer en una opción de cabotaje. Como cuando me muero de hambre en la calle y me tiento con alguna porquería de kiosco que jamás comería en una situación normal, pero respiro hondo y me guardo para el guiso de lentejas caserito y delicioso que me espera en casa.
Luego de leer el posteo de la frase de arriba, me encontré leyendo los comentarios y resulta que me llamó mucho la atención este de abajo:
La traducción sería algo como: “¿porqué uno debería tener que esperar por algo que merece?“. Qué poca capacidad de espera el comentador, como si las cosas buenas de la vida se sucediesen como snack de máquina expendedora: lo quiero, lo obtengo. Y si no, es injusto, me frustro, no vale. Es una manera medio infantil de vivir la vida.
Porque a todos los seres de este mundo nos ha pasado que hay algo que nos ha costado muchísimo. Algo que tardó en llegar, que se sigue haciendo esperar, que nos demanda trabajo, nos enoja en la misma escala en que nos hace crecer. Ese es el yeite de la evolución personal, saber aguardar por eso que deseamos, soportar la frustración que eso nos provoca y salir airosas y con capacidad de disfrute y aceptación por el proceso de llegar hacia eso.
En este episodio del podcast Psicología al desnudo, se habla del origen del merecimiento. Mammoliti destaca que es un tema de trabajo que se trata mucho pero mucho en los espacios terapéuticos. Quizás porque es una de esas construcciones conceptuales que surgen en la primera infancia, que se alimentan desde el colectivo social, los medios y las estructuras laborales.
En esta cultura todo lo que se concibe valioso es únicamente a partir del sacrificio y el esfuerzo extremo, la renuncia, la privación. No pain, no gain. Entonces el esfuerzo se vuelve un valor en sí mismo. ¿O acaso no se han sentido absurdamente orgullosas en algún momento de sus vidas, fanfarroneando acerca de las noches sin dormir con parciales o entregas de la facultad (sí, a ustedes estudiantes de arquitectura, les hablo) o de jornadas laborales extenuantes para entregar un proyecto?
Piensen en todas las veces que se exigieron de más para contentar a un padre, jefe, socio, profesor o par, pero que en el fondo no se sintió como una satisfacción personal verdadera.
Volviendo al cuento del principio del posteo (el sujeto que “anda perdido”), creo que saber esperar lo bueno es poder decirle “no” a todo eso que no nos completa. Poder decir: “yo me merezco otro tipo de vínculo, así que paso“, “yo creo que mi fee vale más que lo que proponés“, “yo pienso que la propuesta es interesante pero no es lo que estoy buscando“. Poder decir todas estas cosas, aunque nos cueste, porque la voz de la duda nos sigue diciendo que repitamos el patrón, es un signo de valor y auto respeto gigante.
Yo sentí que cuando decía “no, gracias“, ese mensaje también se lo estaba mandando al Universo (les pido mildis pero sí soy bastante psicomágica). Le estaba preguntando a viva voz: “cheeee, Universo, ¿ya me recibí? ¿puede ser que esta sea la tesis de, al menos, este proceso, en esta etapa?”
“Saber esperar lo bueno es poder decirle no a todo eso que no nos completa“
Ni idea, pero a diferencia del comentador del posteo de Instagram, yo prefiero esperar mil años lo bueno, que seguir negociando con la mediocridad. Ustedes: ¿qué tan pacientes se sienten para aguardar por eso que sienten que merecen?
Les dejo el temazo que inspiró mi frase por jorge Drexler y Mon Laferte:
2 comentarios
Qué hermosoooo!
Me tocó de lleno porque estuve algo más de dos años en un proceso similar. En un proceso de espera infinita de algo que no sucedía.
A veces la espera inicia dentro del proceso mismo de entender “qué queremos”, y poder exponerlo y exponernos. Comunicarnos y desapegarnos de los fantasmas que nos invaden, muchas veces en las relaciones de pareja. Es decir, poder poner al otro en una situación de decir “NO”, pero también poder decir “SI”, para luego nosotros poder decir “NO” y también “SI”.
Cómo cuesta! Qué dificil!
EN fin… play the game, dice Queen… y sí que HAY que jugarlo y transitar las experiencias!
GRACIAS!
A veces hay que tomar al otro por lo que es, no esperar cambios que sólo tienen que ver con nuestras expectativas y a partir de ahí tomar decisiones, ¿no?
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